Hasta el momento en
nuestras entradas hemos hecho referencia a cómo fue el proceso colonizador
griego en las áreas de la península italiana y la isla de Sicilia, pero esta
semana haremos una inmersión en una nueva zona geográfica, la Península
Ibérica, la parte más occidental del Mediterráneo en la que se asentaron los
griegos, donde estos establecimientos se caracterizan por presentar grandes diferencias
en comparación con los que se produjeron en las otras áreas del Mediterráneo (Santos et
al. 2013: 103).
En el s. VIII
a.C. es cuando tuvo lugar a lo largo de la Magna Grecia y Sicilia la llegada y
el establecimiento de poblaciones griegas, aunque en este momento parece que la
Península Ibérica se mantuvo al margen de este proceso, donde no fue hasta bastante tiempo después en que se
desarrollaron unas colonias griegas en el lugar, concretamente, a lo largo del
s. VI a.C. A pesar de este hecho, la arqueología ha permitido conocer la
existencia de artículos de origen griego en el territorio peninsular
pertenecientes a esta cronología tan temprana, los cuales son poco numerosos,
al ser el resultado de un comercio irregular, y aparecen en contextos indígenas
o fenicios. Los especialistas consideran que su llegada no se debió producir a
través del mercado regular griego, sino que lo más probable es que estos
materiales de producción helénica se introdujeran a través de los comerciantes
fenicios, que estaban realizando intensos y fructíferos intercambios con los
griegos en la zona del Mediterráneo Central. Estas producciones adquirieron un
valor intrínseco y simbólico en los ambientes peninsulares del s. VIII a.C. (Domínguez
1996: 19 – 20; Lombardo 2002: 74).
Es a partir del
s. VI a.C. en que se produce un auge en la presencia de estas elaboraciones
griegas en la Península, que aparecen especialmente en las áreas costeras,
además este aumento podría atestiguar la presencia del comercio foceo como tal
en este territorio, aunque no se puede descartar que estos productos continuaran
llegando a través de los fenicios. Estos objetos tienen tendencia a
concentrarse en las desembocaduras de los ríos Segura, Ebro y Llobregat, así
como en el Ampurdán. Esta distribución da una cierta pauta de cuales fueron los
sitios principales que interesaron a los griegos de origen foceo para establecer
su red de puntos de comercio en el Mediterráneo, donde es visible que en la
zona del Golfo de Rosas hay una cierta predilección,
ya que es donde se han localizado una abundancia y variedad de estos materiales
(Domínguez 1996: 47; Lombardo 2002: 74).
A pesar de estas
actividades de interacción e intercambio de las que son testimonios, las
importaciones no parecen haber dado lugar a la fundación y el desarrollo de
asentamientos helénicos estables, excepto en el norte de Cataluña en una área que
queda bajo el horizonte massaliota. Sí que es verdad que las fuentes clásicas
hacen referencia a la existencia de diversos establecimientos permanentes de
origen griego a lo largo del litoral peninsular, aunque a través de la
arqueología no se ha podido corroborar su existencia, con la excepción de
Ampurias que junto a Rosas son los únicos asentamientos griegos identificados
con certeza, los cuales conocemos tanto a través de las fuentes clásicas como
la arqueología. Los estudios arqueológicos realizados durante las últimas
décadas en la ciudad griega de Empórion han
permitido profundizar, interpretar y conocer mejor las etapas más antiguas del
enclave foceo en el extremo meridional de la bahía de Rosas (Almagro 1948: 38; Lombardo
2002: 75 - 76 – 77; Santos et al. 2013: 103).
El
establecimiento griego de Ampurias se localiza en el noreste peninsular, en el
Golfo de Rosas, en la provincia de Girona. El núcleo originario presenta una ubicación estratégica en un
pequeño islote sobre un antiguo promontorio cercano a la costa, donde ocuparon
una pequeña superficie de 300 m. A través de los testimonios transmitidos por
Estrabón (III, 4,8) se ha podido conocer que este primer enclave fue
identificado con el término de Palaiápolis
«ciudad antigua», el cual se encuentra bajo el actual centro urbano de San
Martín de Ampurias, lo que ha dificultado en muchas ocasiones su estudio (Almagro 1948: 38; Santos et al. 2013: 103).
Plano esquemático de la Palaiápolis de Emporion (Almagro 1964: 9) |
El litoral
emporitano con el paso del tiempo ha sufrido grandes transformaciones, por lo
que hoy en día es muy diferente a cómo debía ser en la antigüedad, aunque por
medio de las fuentes clásicas en las que aparece descrito el aspecto que debía presentar
el territorio, se ha podido conocer que se caracterizaba por ser un lugar
favorable para la navegación de cabotaje, debido a su puerto natural; y que en la
área de Empórion destacaba la calidad
de la tierra, la cual era muy fértil, características
que debieron favorecer la consolidación de un núcleo portuario indígena y el posterior establecimiento de los foceos
en esta región, ya que por un lado tenían
la posibilidad de explotar recursos agrícolas y de llevar a cabo una actividad
comercial basada en la exportación e importación de productos. Además, era un
espacio próximo a la desembocadura de los ríos Fluvià y Ter, que garantizaba el
agua potable y el acceso a las tierras del interior por la vía fluvial. Aunque,
posteriormente, los colonos se establecieron en una región más al sur de la Palaiápolis, donde desarrollaron su
núcleo definitivo (Domínguez 1996: 70;
Oller 2009: 193; Santos et al. 2013:
103).
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Ubicación de la Palaiápolis respecto a la Neapolis (Almagro 1964: 6) |
Seguidamente, en lo
que se refiere a la procedencia de los colonos que llevaron a cabo la fundación
de Ampurias no se observa un consenso
entre las fuentes clásicas. Por un lado, autores como Plinio (3. 14) o
Tito Livio (34. 3) afirman que esta acción
fue realizada por colonos originarios de la región griega de Focea (Asia
Menor), los cuales fundaron Ampurias a la vez que otro grupo de foceos establecieron Massalia. En cambio, otros
autores como Estrabón (3. 4) defiende que Empórion
es el resultado de una fundación realizada por los focenses que se habían establecido
en Marsella con anterioridad; esta
última es la propuesta más aceptada entre los especialistas (Santos et al. 2013: 105).
Por otro lado, los
especialistas que han analizado este yacimiento consideran que el asentamiento
griego que se realizó en la Palaiápolis no se correspondería con una
propia apoikia, sino que más bien
habría consistido en un enclave de ocupación temporal que habría desarrollado
la función de emporion, ya que reuniría
las características idóneas que los foceos buscaban para el establecimiento de
sus empresas marítimas y comerciales. Consideran que
el carácter comercial de este pequeño territorio también es visible en
el topónimo de la ciudad Empórion. En griego ἐμπόριον significa «mercado» o «lugar de comercio», lo que aludiría
a la principal actividad que se debió realizar en el lugar y el origen
comercial de este. Cronológicamente, es un fenómeno que se ha situado hacia la
primera mitad del s. VI a.C., en un momento anterior al establecimiento
definitivo de estos en la Neapolis en el 575 a.C. El hecho de establecerse de
forma temporal en un territorio y después en la misma región trasladarse a otro
lugar más estable es un hecho bien documentado en otras áreas del ámbito
colonial griego se trata de un proceso de consolidación de la
presencia griega en territorio indígena (Domínguez 1996: 51; Lombardo 2002: 74;
Oller 2009: 194; Olesti 1996: 141).
Los resultados que
han aportado las investigaciones arqueológicas realizadas en el promontorio de
San Martín de Ampurias, donde se erigió el primer enclave griego, han permitido
conocer que era una zona habitada por los indigetes, pobladores indígenas del
Empurdán, los cuales ocuparon la zona de la Palaiápolis
desde el s. XII a.C. hasta el s. VII a.C., fue en este contexto de ocupación
plenamente autóctono que durante el s.VI a.C. se produjeron los primeros
contactos con el comercio foceo proveniente desde Massalia. Este hecho se ha
observado arqueológicamente, ya que a través de la estratigrafía se ha podido
observar una ruptura con la tradición anterior y se empieza a observar un gran
influjo de objetos de origen foceo que aparece en los mismos contextos que las
producciones indígenas; y es visible un disminución de los productos fenicios
que hasta el momento habían sido unos de los más habituales, puesto que eran
los que frecuentaban la costa levantina peninsular. Además, esta realidad
dejaría entrever una realidad
culturalmente mixta, donde la población local debió continuar siendo esencial
para el desarrollo de las actividades comerciales y artesanales de la región,
los cuales progresivamente se fueron
integrando dentro de los modelos comerciales que desarrollaron los griegos (Domínguez
1996: 52; Oller 2009: 188 -190; Santos et
al. 2013: 103 - 105).
Finalmente, parece
ser que la relación entre los indigetes y los recién llegados fue muy estrecha
y cordial, de las cuales hay indicios en las fuentes textuales. Los estudiosos
consideran que dicha afinidad podría haber sido propiciada por la proximidad
que había entre ambos enclaves, lo que les llevó a un intenso intercambio
cultural y una autentica cooperación mercantil entre ambas culturas en la área
emporitana. Esto es un caso peculiar, ya que esta buena aceptación por parte de
los locales no fue una constante en la expansión colonial griega, más bien al
contrario. En cualquier caso, la convivencia debió ser provechosa para ambas
comunidades desde el periodo inicial, puesto que de no ser así no se habría
producido la posterior fusión política y el desarrollo de una auténtica polis
greco-indígena (Olesti 1996: 141 - 142; Oller 2009: 189 – 195).
Bibliografía
-
ALMAGRO, M., (1964), Excavaciones en la Palaiápolis de Ampurias, Madrid.
DOMÍNGUEZ, J.A., (1996), Los griegos en la Península Ibérica, Madrid.
LOMBARDO, M., (2002), “Emporoi,
Emporion, Emporitai: Forme e dinamiche deia presenza greca nella Penisola
Iberica”, en Urso, G. (ed.), Hispania
terris ómnibus felicior. Premesse et esiti di un proceso di integrazione. Atti
del convegno internazionale, Cividale del Friuli, 27 – 29 settembre 2001,
Pisa, pp. 73 – 86.
SANTOS, M.; CASTANYER, P.;
TREMOLEDA, J., (2013), “Emporion arcaica: los ritmos y las fisonomías de los
dos establecimientos originarios, a partir de los últimos datos arqueológicos”,
en Bouffer, S.; Hermary, A. (eds.), L’Occident Grec de Marseille à Mégara
Hyblaea, pp. 103 – 113.
OLESTI, O., (1996), “El territorio
de la colònia grega d’Empúries i la colonització focea a Catalunya”, Faventia, nº 18/2, pp. 141 – 143.
OLLER, M., (2009), “Griegos e
indígenas en Empórion (siglos VI – IV
a.C.): un estado de la cuestión” Faventina
Supplementa, nº 2, pp. 187 - 202.
Cristina Rubio Vicens
¡Hola Cristina, me ha gustado mucho tu entrada! Respecto a las relaciones con los indígenas en el momento de asentarse los colonos griegos en la Palaiápolis, ¿los indígenas que estaban en el territorio se trasladaron a otro lugar para dejar asentarse a los griegos,o bien se asentaron junto a los colonos? Muchas gracias y enhorabuena
ResponderEliminarJuan Francisco